Cómo aligerar la carga emocional

En el cuidado de personas dependientes, a menudo tanto quien cuida como quien requiere atención sufren una sobrecarga emocional, difícil de gestionar en el día a día. Mercè Moreno, psicóloga y coach, trató de estos temas en la sesión “Cómo aliviar la carga emocional” organizada por la fundación.

El papel de las emociones

“Las emociones sirven para ser conscientes de nuestra posición respecto al entorno; nos impulsan hacia personas, objetos, acciones o ideas concretas y nos alejan de otros”, explica Moreno. “Las emociones dan significado a la experiencia. Pueden provocar reacciones corporales o fisiológicas que nos ayudan a conocerlas y detectarlas, y de esta manera llegar a gestionarlas para que no controlen nuestro comportamiento”.

¿Cuáles son las reacciones somáticas provocadas por las emociones? Por ejemplo:

  • Cambios en el ritmo cardíaco
  • Cambios en el ritmo respiratorio
  • Aumento de sudoración
  • Cambios en la tensión muscular
  • Sequedad de boca
  • Presión sanguínea

Cómo se consigue gestionar las emociones? Hay que desarrollar una serie de habilidades que, cuando pasa algo o nos encontramos en alguna situación, nos permitan:

  • Hacernos cargo de qué está sucediendo
  • Tomar una decisión entre alternativas posibles
  • Reaccionar de manera controlada

Esto evita caer en el estrés negativo (llamado distrés), que deriva en agotamiento mental y físico. Los rasgos del estrés negativo aparecen cuando la presión que sufrimos es de excesiva intensidad, dura demasiado en el tiempo y provoca un sentimiento de incapacidad a la hora de gestionarla. Esta sobrecarga impide afrontar las situaciones de forma efectiva: ni podemos resolver las necesidades del entorno, ni nos queda capacidad de respuesta, ni podemos superar el desgaste psíquico o físico que nos provoca.

Cómo gestionar positivamente la carga emocional

Moreno analizó diferentes maneras de afrontar positivamente las situaciones que generan esta sobrecarga emocional y conseguir varios objetivos: encontrar soluciones racionales, tener autocontrol y evaluar constructivamente. Son modos que tienen en cuenta la respuesta fisiológica, la cognitiva y la conductual.

Algunas de las pautas que recomendó:

  1. Trabajar pensamientos alternativos a los pensamientos negativos que nos pueden generar situaciones concretas, para no caer en la ansiedad. Puso el ejemplo de un docente en el aula: si dos alumnos están distraídos y conversando en el fondo, evitar “lo estoy haciendo mal, se distraen porque soy mal profesor”, y razonar “que los alumnos hablen en clase o dibujen forma parte de la conducta grupal típica del aula, no significa nada respecto de si soy buen o mal profesor “. La primera reacción provoca ansiedad, mientras que la segunda permite gestionar el problema desde la tranquilidad.
  2. Gestionar los límites: identificar qué corresponde a mi rol, no hacerme cargo de lo que no me corresponde, asumir que no podré hacerlo todo siempre. Moreno distinguió el círculo de influencia, donde sí puedo actuar para cambiar las cosas, y el círculo de preocupación, donde nada cambia independientemente de lo que pueda hacer.
  3. Distinguir empatía de simpatía: la empatía es buena porque permite reconocer, escuchar, comprender y conectar con la otra persona; pero la simpatía lleva a contagiarse y mimetizarse de las emociones del otro, sin mantener la distancia adecuada para poder atender y acompañar de forma efectiva desde nuestra propia emocionalidad.
  4. Tomar distancia emocional: en vez de caer en una autocrítica que nos reprocha cada error, un victimismo que paraliza o el lamento estéril de “y si hubiera hecho …”, recomienda poner un escudo racional, analizar y ponderar objetivamente qué me está pasando y como estoy respondiendo.
  5. Alimentar el sentido de propósito: recordar por qué cuidamos a la otra persona, desde qué valores, con qué finalidad, qué sentido le podemos dar cada día, ayuda a gestionar mejor situaciones complejas y empezar cada día a pesar de las adversidades.
  6. Cuidarse uno mismo: es fundamental para encontrarnos en la mejor disposición física, mental y emocional para las tareas del cuidado, tener sensación de control de la realidad cotidiana personal y mantener un estado de serenidad y bienestar adecuados para nuestro tiempo de acompañamiento sea de calidad.